Transforma las heridas de tu infancia - Reseña crítica - Anamar Orihuela
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Transforma las heridas de tu infancia - reseña crítica

Transforma las heridas de tu infancia Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Desarrollo personal

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: Debolsillo

Reseña crítica

De todo lo malo siempre se puede sacar algo bueno, aunque parezca difícil. Anamar Orihuela nos trae la posibilidad de identificar qué nos sucede y por qué no podemos ser felices. Probablemente la causa esté arraigada a un dolor generado durante tu infancia, con tus padres. A través de los conceptos y consejos de esta autora podrás entenderte, dejar atrás los fantasmas del pasado y crecer. ¡Mejora tu vida en los siguientes 12 minutos!

El cuerpo emocional y la personalidad herida

Todos sabemos que estamos formados por un conjunto de sistemas: digestivo, respiratorio, nervioso, inmunológico, etcétera. Sin embargo muchas veces olvidamos que es sólo forma una parte de la personalidad.

Existen otros menos visibles pero muy importantes. Tanto que lo que sucede en ellos repercute en nuestro físico.

Anamar Orihuela recuerda a Buda, que decía que “todo nace en nuestras creencias”. La personalidad está configurada por esas creencias que se expresan por medio de emociones. Y estas últimas se reflejan mediante el cuerpo físico.

La autora explica que el cuerpo emocional es nuestra parte más instintiva, irracional y sensorial. Posee la capacidad de hacernos sentir dolor por lo que nos lastima para cambiarlo, como así también nos ayuda a reconocer lo bello de la vida.

Si vivimos desde el niño herido, nos sentimos enojados y envidiosos, entre otros sentimientos nocivos. Mientras que si nos manifestamos con el verdadero yo, somos generosos y amorosos.

Por otro lado, el cuerpo emocional tiene tres nutrientes básicos: afecto, pertenencia y estructura. La ausencia de estos tres genera dolor, que termina convirtiéndose en una herida.

En tanto que nuestros padres, ya sea por su afecto, su tiempo o su presencia, nos dan un luminoso espejo que, según Orihuela, nos hace mirarnos valiosos y merecedores.

Aquí entran en juego los tipos de decisiones que tomamos ante diversas situaciones: rescatar, evadir y llamar la atención. Son tan importantes que las heridas de la infancia resultan ser la ausencia de afecto que se transformó en una necesidad no resuelta.

La personalidad la construimos en base a cinco aspectos:

  • La forma en que nos dicen nuestros padres qué debemos ser.
  • Lo que observamos que nuestros padres son.
  • Lo que experimentamos que nos funciona ser.
  • Lo socialmente aceptado.
  • Experiencias dolorosas propias.

Al fin y al cabo, la personalidad es una vía para expresarnos.

Sin embargo cuando experimentamos muchos dolores no resueltos con los padres -es decir, traídos desde la infancia-, tenemos una personalidad ligada al dolor. Esta nos gobierna nuestra vida por estar llena de defensas, miedos y enojos.

Este es un gran problema, porque la personalidad herida es paranoica y nos hace estar a la defensiva todo el tiempo. Vemos todo con la percepción de que nos van a lastimar. Termina siendo una falsa personalidad.

Nos protege del dolor primario, pero como está gobernada por el niño interno -con la herida sin sanar-, termina generando dolor con sus mecanismos de defensa.

Rechazo y abandono

Orihuela sostiene que la herida primaria de rechazo “se inicia en el vientre materno y los primeros años de vida, comienza con ese sentimiento de hostilidad y rechazo”.

Sucede que el bebé que nace en un ambiente triste o caótico, lo siente y lo respira porque su nivel de percepción es muy alto.

Existen dos características en familias donde uno o los dos padres son de rechazo: o son padres ausentes o son sobreprotectores. Este último enseña a su hijo una forma de miedo que le imposibilita desarrollarse de manera segura.

En este caso la autora remarca que “el verdadero amor nunca es excesivo”. ¿A qué se debe? Es que una madre ama a su hijo cuando confía en su fuerza. O sea, lo acompaña pero le permite volar. Si ella da más, encubre algo.

Para poder sanar esto es necesario confiar en tu propia capacidad, nutrir tu físico y tu capacidad emocional, aceptarte y respetarte tal como eres, manifestar y validar tus ideas, darte el derecho de existir y escucharte.

En tanto que una herida de abandono resulta ser una experiencia de vacío, de soledad infantil. Esto sucede cuando no le damos al niño las condiciones para que sienta protección y afecto de un adulto.

Termina siendo una ausencia física, emocional y de aprendizaje que genera una tremenda angustia en el infante. Lo vive como una experiencia aterradora.

Ya en la adultez, su personalidad refleja que el niño triste, desprotegido e incapaz de hacerse cargo de sí mismo quedó atrapado en su cuerpo. Asimismo, suele establecer relaciones de apego y dependencia. Hace todo lo posible para evitar el riesgo de ser abandonado.

Para prevenir esto también hay que educar, algo que lleva mucho tiempo y energía. Pero un padre que pone disciplina “nos dice que nos ama” -asegura Orihuela- porque está pendiente de nosotros.

Ahora, ¿cuál es el antídoto para salir del abandono? La autora lo resume de manera brillante: “es sentirte el/la mejor madre-padre para ti, desarrollar la capacidad de respetarte, comprometerte contigo y amarte.

Humillación, traición e injusticia

Más allá de todo lo dicho anteriormente, Anamar destaca la importancia de los profesionales en este tipo de situaciones. Los psicoterapeutas son los únicos que pueden curar un dolor que está encerrado en una herida.

Una vez hecho esto, hay que desaprender los malos hábitos que encubrían ese dolor.

Las personas heridas por humillación siempre oculta algo y, por el otro lado, se siente muy mal por el acto de encubrirlo. Por esto busca ser aceptado todo el tiempo.

Pero no es algo positivo. Se trata de gente con actitudes compulsivas de complacencia, lo que al final genera un estrés por cargar con los problemas de los demás. Tiene una incapacidad de mirarse y cuidarse.

En este caso el antídoto de tu personalidad pasa por generar espacios para disfrutar en libertad, aprender a escuchar y respetar tu cuerpo e ir al doctor y cuidar tu salud. Igualmente que enfocar lo valioso de ti y sentirte orgulloso por eso, ponerte límites y a los otros y crear relaciones adultas en libertad.

Siguiendo con otro tipo de herida, la traición. Orihuela comenta que “es un sentimiento profundo de dolor porque la vida y las personas no son como se espera”. A la larga, se transforma en una constante sensación de falta de fe y confianza.

Si esto sucede con nuestros padres cuando somos niños, las cosas van por mal camino.

La autora explica que si un niño se siente en peligro, si nota a su madre ansiosa e incapaz de darle paz, aumenta su incertidumbre y su angustia. Así nace la traición como una forma de miedo a la amenaza.

Una forma de control para este tipo de personas es que todo tiene un sentido oculto. Crean expectativas, sienten que manejan lo que sucede y luego se decepcionan o enojan.

Anamar da estos antídotos para superar la traición: ser auténtico con lo que sientes, aprender a comunicar tu necesidad, soltar y aprender a ver la fuerza en las personas, disfrutar el aquí y ahora, establecer relaciones de libertad y abrazar tu miedo y saber que todo está bien.

Mientras que la injusticia “es un dolor profundo porque violenta tus derechos”. En la infancia este sentimiento nace de un estado de vulnerabilidad e indefensión ante una autoridad abusiva o una realidad, precisamente, injusta.

Se da en posiciones de autoridad - subordinación, donde el primero es abusivo, autoritario y hasta violento. Deja ver la falta de reconocimiento, poco aprecio, exigencia y falta de respeto.

Resulta una forma de ignorar y negar a un niño. Por eso va de la mano con el rechazo, visto anteriormente.

Cuando crecen, estas personas son muy rígidas y suelen estar en los extremos. En este sentido, les cuesta adaptarse, ser flexibles y espontáneos.

¿Los antídotos? Por empezar, darte el permiso a equivocarte, hacer actividades que disfrutes, tener espacios con niños o animales y hacer cosas sin plan, ser espontáneo.

También ayuda bailar, cantar, cultivar un arte, permitirte las emociones y aprender de ellas, ser respetuoso con tus límites, hacer de la injusticia una forma de cambio sin pelea, ampliar la capacidad de disfrute y equilibrar el deber y el querer.

Padres - niños 

La enorme posibilidad que nos da tener hijos es la de ser los padres que siempre quisimos tener.

Orihuela describe siete tipos diferentes de padres - niños con base en las heridas de la infancia:

  • Padre - niño. Rechazo: están en su propio mundo y son poco afectuosos pero pueden tratar a sus hijos como amigos. Tienen una autoridad débil y ausente.
  • Padre - niño. Abandono: son muy dependientes y tóxicos porque utilizan a sus hijos para llenar vacíos afectivos. Los crían dependientes.
  • Padre - niño. Humillación: son padres con mucha vergüenza y para cubrirla protegen a sus hijos. Tienen características similares a las del abandono.
  • Padre - niño. Traición: son fuertes, con excesiva autoridad, controladores y con expectativas muy altas respecto a sus hijos. Los crían desconfiados.
  • Padre - niño. Injusticia: un padre de este tipo es muy duro, severo, frío y exigente. Quiere que sus hijos tengan actitudes de adulto y anhelan la perfección en ellos.
  • Padre - adulto: primero, es responsable de él. Se conoce y es responsable. Lógicamente se puede equivocar pero aprende de sus errores. Es flexible porque sabe que sus hijos están en constante cambio.

El edificio de la personalidad

Haciendo una análisis de los tiempos actuales, Orihuela revela que esta es una etapa de cambios espirituales.

Así que hay que “abrir canales de conciencia y despertar de una época llena de dolor, materialismo e ignorancia a un nuevo renacimiento del hombre”.

La autora cuenta que la personalidad es como un edificio de cuatro pisos, con características distintas:

  • Piso 1. Yo tierra. Sensorial, niño: este es el piso de los aprendizajes de la vida. Va desde la etapa del vientre materno hasta los siete años, aproximadamente. En este lugar las tareas son afectivas.
  • Piso 2. Yo agua. Emocional, adolescente: aquí el yo soy desarrollado en el piso anterior se expande. Gana conciencia, por lo que integra tareas de pertenencia, modelos sociales y nuevas referencias más allá de padres y madres. Es de los ocho a los 14 años.
  • Piso 3. Yo aire. Mental, adulto joven: este es el piso del discernimiento, donde maduran los procesos cognitivos y se establece una postura más pensante en la vida. Hay que asumir, entre otras cosas, la responsabilidad de la vida adulta. Va desde los 15 hasta los 21 en las mujeres -que maduran primero- y hasta los 24 en los varones.
  • Piso 4. Yo fuego. Conciencia, adulto generador: en el último piso los procesos son menos físicos y sensoriales. Se despierta algo de carácter sutil. Somos capaces de ver todo el edificio. Tomamos el control de la vida y nos gobernamos desde el amor y el respeto por lo que somos.

Sanación de las heridas de la personalidad

En este capítulo, la psicoterapeuta cuenta cuáles son los cuatro pasos para sanar las heridas de la personalidad:

  • Paso 1: conocer la personalidad herida y desarrollar las tareas que no se completaron.
  • Paso 2: desahogar el dolor que encierra la herida.
  • Paso 3: completar la tarea de desarrollo.
  • Paso 4: darle espacio al verdadero yo.

Notas finales

El lenguaje claro y preciso que utiliza Anamar Orihuela en “Transforma las heridas de tu infancia” nos acerca de gran manera a un aspecto poco asemejado por muchos.

Somos conscientes de que tenemos una parte emocional en nuestro cuerpo que va más allá del físico. Es más, es tan importante que lo que sucede en ese sistema se ve reflejado en nuestro cuerpo.

Llegó la hora de darle consideración que se merece y hacer un introspección hacia dentro. Orihuela es de buena ayuda para eso: identificó los grandes dolores de la infancia, logró caracterizarlos y buscarles antídotos a cada uno.

Superar el rechazo, el abandono, la humillación, la traición o la injusticia, revisar las relaciones entre padres e hijos y comprender cómo está formada nuestra personalidad nos darán las armas necesarias para ser mejores personas.

Las técnicas que ofrece la autora, combinadas con la meditación, pueden generar un gran cambio en nosotros.

“Transforma las heridas de tu infancia” es un gran libro para darle un nuevo impacto a nuestras vidas.

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¿Quién escribió el libro?

Anamar Orihuela tiene una destacada carrera como psicoterapeuta y escritora, donde consiguió tener varios best sellers. Por sus conocimientos también participó en diversos medios de comunicación. Además fundó... (Lea mas)

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